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El criollo

CODIGO ROJO

CHORRIABA SANGRE EN UN BAÑO

CÁRDENAS

Hombre de 38 años, originario de la Ciudad de México, se corta manos y garganta en plaza comercial. Parecía estar drogado.

DARVIN OSORIO SOSA
GRUPO CANTÓN

El hombre entró a la tienda Chedraiu, ubicada a un costado de la calle Reyes Hernández, poco antes de las ocho de la noche, del día sábado 18 de septiembre.


La gorra negra, los lentes de pasta gruesa, una barba de candado que comenzaba a desparramarse por su cara y su vestimenta completamente oscura, llamaron la atención de los guardias de seguridad, que lo siguieron con la mirada hasta que la figura se perdió entre los anaqueles.


El hombre ni siquiera los volteó a ver. Caminaba absorto en sus pensamientos: su mirada se concentraba al frente, ignorando todo lo que se movía a su alrededor.

USÓ NAVAJAS
DE AFEITAR
Se dirigió con paso lento hacia el área de caballeros y se detuvo a donde estaban las cremas para la piel, los desodorantes anti transparentes, los enjuagues bucales y las navajas de afeitar.
Estuvo viendo un rato las indicaciones de las cajas y optó por la más conocida. Él mismo las había usado cuando le empezó a salir barba.
Conocía esas hojas de liviano cuerpo, muy delgadas, con filo a ambos lados de la cuchilla, y que se anunciaban con el eslogan de «no sabe fallar».
Sabía de la sensibilidad de la piel al ceder a la presión del filo porque él mismo, al afeitarse infinidad de veces, se había hecho pequeñas heridas.
Un impulso autodestructivo lo había empujado hasta allí, buscando en silencio la única solución a todo lo que había salido mal.
Ironías de la vida, llegar a los 38 años y sentir que el único remedio a lo que ha fallado es una navaja que se vende como la que «no sabe fallar».

SE CORTÓ MANOS
Y GARGANTA
Después de pagar en caja, se dirigió a los baños. Estaban vacíos y, cosa rara, limpios. Se sentó en el más próximo a los urinarios y abrió el paquete de navajas.
Sus manos temblaban cada que se hundía la cuchilla en la piel. Pero no sentía un gran dolor. Primero comenzó en las muñecas, que comenzaron a desangrarse.
Como parecía un suplicio lento, decidió lacerarse el cuello. Pasó el filo debajo de la nuez, y la sangre comenzó a brotar rápidamente hasta empapar la camisa. Un ligero ardor le hizo cerrar los ojos, pero estaba decidido a seguir adelante.

En el piso se había formado un gran charco de sangre que empezó a escurrir por los mingitorios.
Una persona quiso entrar al baño, pero al ver la enorme macha roja en el suelo, salió corriendo a pedir ayuda.

LOS RESCATAN
CON VIDA
Los paramédicos lo encontraron confundido y sangrando en la taza del baño. Ayudados por elementos de la policía municipal, lo sacaron del pequeño espacio y lo subieron a la camilla.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó uno de los azules.
—Jonathan…
—¿Dónde vives?
—No soy de aquí, soy de Ciudad de México.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Qué pasó?
—Solo yo sé por qué lo hice, no me pregunten más —respondió aturdido y agotado el hombre.
La ambulancia lo trasladó al hospital regional, donde permanece en observación.

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